Red Perspectivas: Medio Ambiente
PROGRESISMO Y MEDIOAMBIENTE EN CHILE FUTURO: DEJAR ATRÁS LA AUSENCIA DEL TEMA AMBIENTAL
Hasta ahora la lucha medioambiental en Chile ha sido una contienda entre una minoría ilustrada contra otra partidaria del uso neoliberal del medioambiente. Esta última lo entiende como una bolsa infinita de recursos para la extracción de renta y como un depósito inacabable de desechos del consumo y la producción capitalista. En las últimas décadas los verbos del neoliberalismo de derechas e izquierdas conversas han sido entonces: regular el uso de recursos y por otro lado evaluar el impacto ambiental de unas pocas explotaciones normadas imperfectamente. El resultado es un deterioro progresivo ambiental del país y la consolidación de la defensa ambiental como un componente irrenunciable de la sociedad y las comunidades territoriales.
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Pero a pesar de este fracaso, la centroizquierda chilena no ha querido superar su propia trampa epistemológica: el modo de producción y consumo que le propone a la sociedad, una educación asociada al consumismo y el conjunto de valores posmodernos individualistas asociados. El viejo epísteme ambiental de regular el uso y evaluar el impacto no da el ancho para una vida decente y democrática en el Chile en estos tiempos. El ambientalismo regulador y descontaminador ha muerto como herramienta. Resabios quedan en aquellos que prohíben bolsas plásticas, que estimulan el reciclaje sin poner el ojo en lo esencial: un modo de producción y de consumo sui generis chileno que profundiza día a día el daño ambiental. Al centro político y a la izquierda tampoco le ha ido bien en el resto de América Latina. Hay un profundo pecado original en él, pues nunca consideró la variable ambiental en su doctrina ni en sus políticas, a lo más, denuncias tibias a una que otra externalidad ambiental y atropello a su público objetivo histórico. Al igual que el pensamiento económico clásico, prisionero sólo del capital y trabajo en su explicación, tampoco consideró importante incluir mucho el tema del medioambiente en sus políticas.
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Con esa herencia, el izquierdismo latinoamericano, preso de su deseo de progreso económico para el pueblo, lo desdeñó gravemente, porque según ellos primero había que hacer que el pueblo, que nunca había consumido, lo hiciera al estilo del capitalismo tardío.
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En Brasil, por ejemplo, con millones de pobres sacados del infraconsumo por los gobiernos progresistas, fueron transformados en super consumidores, con el consabido efecto ambiental, con políticas públicas a su vez incapaces de detener el consumo infernal de recursos naturales y la producción de desechos. Además del lamentable abandono del trabajo político de masas. No sacrificar el socialismo por el medioambiente, era la consigna del PT. Esa codificación insolvente comenzó a ser resistida por el progresismo en los años 90. Pero, fueron considerados como un peligro, pues a ojos del establishment con sus acciones ralentizaban la velocidad con que el capital quería reproducirse y ampliarse, y sus gobiernos sacar a las masas del infraconsumo. Estos ya no eran sospechosos sólo para las derechas, sino para todas las Izquierdas en el poder. Algunos partidos y movimientos ciudadanos emergentes, que inicialmente fueron parte de la minoría ilustrada ambientalista, divergieron hacia cooptaciones y negociaciones. Durante los cambios de gobierno, de uno a otro signo, pasaron del escritorio público al privado y viceversa. Los valores de la función pública en el Estado fueron olvidados por los del lucro privado.
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El resultado de la incapacidad de solucionar adecuadamente el conflicto socio ambiental, ha sido la incorporación masiva de la conservación del medioambiente en la consciencia ciudadana, hasta transformarla en contracorriente mayoritaria al productivismo capitalista actual. Políticamente pasó a alimentar movimientos sociales y políticos alternativos en el poder. Esa obstinada forma o modo de producción, con la cual el centro y la izquierda han sido cooptada ha terminado por matar la gallina de los huevos de oro del capitalismo. Ya no hay renta natural fácil que capturar, tampoco se puede contaminar impunemente, ni se puede seguir creando refugiados ambientales a diestra y siniestra.
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El crecimiento económico se ha enlentecido, porque los oportunidades de renta fácil a tasa altas han desaparecido. La economía se niega a crecer a la tasa que el capital desea. Pero los dueños de asegurar la propiedad, los flujos y la renta, modelaron un edificio legal ambiental fuerte, que no ha querido ser cambiado para tener un mejor destino político, social y natural como país. Leyes, sistemas de evaluación, Instituciones y cerebros han sido modelados para ese objetivo.
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¿Seguiremos así en un nuevo periodo político post 2022? En esa perspectiva, si el progresismo quiere ser mayoría política debe asumir un nuevo episteme ambiental. Uno con una perspectiva biocéntrica y no homocéntrica en las decisiones políticas y ambientales del país. Debe desterrar la visión de los intereses humanos capitalistas primero y superponer los de los otros seres vivos. Una parte del progresismo ha aprendido dolorosamente que la naturaleza no es para enseñorearnos, sino para convivir sosteniblemente con ella, porque la vida es sistémica e interrelacionada. Todo depende de todo. Esto tiene consecuencias políticas inmediatas en la sociedad, en lo que debería ser bandera de lucha del progresismo: la calidad de vida. Esto pasa por otorgar un valor no económico a los otros miembros de la naturaleza y el medioambiente, otorgarles función y derechos. En el plano moral con los animales no humanos, significa otorgarles el valor de animales sintientes. En el plano del consumo, volver a la vieja y sabia norma de primero las necesidades básicas, abandonando el consumo conspicuo. En el plano de la inversión, hacerlo como un país desarrollado: obligar a los dueños del capital a hacerse cargo de lo que llaman “externalidades” ambientales que ellos mismos provocan. Impulsar una economía regenerativa, que no dañe, sino apoye la restauración social, ambiental, mental.
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En el plano de las áreas silvestres protegidas terrestres y costeras, aumentar su representatividad, presupuesto, personal y mandato legal para preservar la Herencia Natural de Chile, tan abandonada y expoliada. El progresismo no puede volver a cometer el error de ofrecer nuevamente una vía ilimitada al crecimiento del consumo patológico al pueblo, sino más bien una sociedad democrática, organizada, mentalmente sana, ambientalmente fuerte y limpia, es decir: con futuro.